Hay que dejar de hablar de basura, es materia prima

El proyecto de gallinero compostador (avicompostador) es la última experiencia de compostaje comunitario puesto en marcha por la Mancomunidad de Residuos Sólidos Urbanos Irati. Ubicado en Artieda, (Urraúl Bajo), consiste en una superficie de 160 metros cuadrados en la que se integran el compostaje comunitario y la gestión animal. Por este proceso se obtienen dos productos finales: fertilizante, en forma de compost, y huevos frescos. Las familias que colaboran con el proyecto reciben, a cambio de su mantenimiento y los residuos que aportan, huevos frescos producidos por estas gallinas.

“Recogen de casa sus restos orgánicos, y los depositan a la entrada del gallinero. Luego los pasan a un primer cubo compostador y de éste, al siguiente, hasta llegar al cuarto, donde se hace la criba, se extrae la descomposición y se empaqueta. Mientras tanto, las familias que se han apuntado se reparten los huevos. Todo se hace en armonía con el calor y el movimiento. En un ciclo de seis meses el compost estará listo para usar como fertilizante”.

Mientras lo cuenta, apoyada en el ponedor de las gallinas, María Isabel Cañada Zorrilla, Mabel, presidenta de la Mancomunidad SRU Irati rebosa convicción. Nacida en Bilbao hace 63 años, lleva media vida pegada a la tierra y al mundo rural, no en vano, habita en la comunidad de Lakabe (Aoiz) desde hace casi 36 años.

Mantiene que “reciclar no debe ser una obligación para las ciudadanas y ciudadanos, sino un deber y un placer”, y refuerza sus palabras con gestos coherentes al contacto con la tierra y los animales entre los que se desenvuelve su vida.

No es una presidenta al uso: se ocupa de diversas tareas relacionadas con la amplia labor de la mancomunidad y por su trabajo no cobra sueldo alguno. Militante convencida, expresiones como economía comunitaria y circular están bien fijadas en su vocabulario. Su experiencia en trabajar los espacios colectivos como facilitadora de grupos, la llevó hace cinco años a asumir esta responsabilidad que compagina generosamente con la concejalía en el Ayuntamiento del valle de Arce. “Se presentó la oportunidad de cambio y de poder trabajar acorde con otra filosofía”, recuerda.

De un indigno local en el antiguo vertedero de Urroz-Villa se han trasladado a una nave adecuada en el polígono de Aoiz. La plantilla se ha duplicado; de 3 a 7, con Mabel son 8. Los trabajadores cobran de las tasas. Ella, sin embargo, vive de su comunidad. En esta nueva nave han unificado los servicios: camiones de recogida selectiva, punto limpio, trituradora, poda, compostaje y las pequeñas oficinas.

Su labor se extiende por 89 pueblos, pertenecientes a 11 ayuntamientos: valles de Lónguida, Arce/Artze, Izagaondoa, Urraúl Alto y Bajo; desde casi la muga con Oroz-Betelu hasta Monreal, cruzándose con otras mancomunidades como Bidausi o la de la Comarca de Sangüesa. De ellos, quitando Aoiz, Urroz- Villa y Monreal, muy pocos llegan a los 100 habitantes. Pueblos extendidos por una complicada geografía habitada por 5.543 vecinos. “Hay algunos en los que solamente tenemos de dos a cuatro vecinos; aún así, nuestra opción es dotar a cada localidad de todos los contenedores necesarios para el máximo reciclaje de la basura, sobre todo de los envases, de papel, cartón y de vidrio”, recalca. Esto les obliga a aumentar los kilómetros de recorrido y las horas (72.012 km/año), y más de un millón de kilos de basura recogida, cerca de 120.000 kilos de envases, y 200.000 de papel), según datos de su boletín.

“Nuestra mancomunidad, tiene unas condiciones excepcionales para el compostaje de la materia orgánica, y pretendemos que se composte un porcentaje importante de los residuos. Nuestro objetivo es dejarlos en el sitio, moverlos lo menos posible”, resume.

Para ello han colocado 12 composteras comunitarias en la comarca y 400 individuales. Han hablado con los vecinos, se han acercado a los colegios. Con sus charlas y publicaciones: como el calendario con el recorrido del camión del punto limpio y la guía práctica, para ayudarles a clasificar correctamente los residuos, contribuyen a la información y concienciación de los pueblos. “Hemos reducido el vertido de materia orgánica en un 23% a lo largo del 2015. ¡Todo un logro colectivo!”, exclama.

Mabel Cañada tiene muy claro el avance en esta materia. “A mí me satisface. La ciudadanía somos personas conscientes, con criterio, y cuando vemos algo bueno, lo aceptamos”. En el fondo, añade, “no hemos hecho más que asentar lo aprendido. Lo que sabíamos hacer lo habíamos perdido”, sentencia. Opina que la crisis ha contribuido a la recuperación de viejas prácticas rurales. “Nos ha dado un toque de alerta importante, y nos ha servido para rescatar la sabiduría popular:auzolanes, colaboracionamismo…Hemos ido muy lejos, y no por muy buen camino”, sentencia. Mabel Cañada dice además, que es preciso un cambio de paradigma: “Dejar de hablar de basura, para hablar de materia prima”. “La basura es un invento moderno derivado del mundo del plástico. Hay que asentar lo aprendido y recuperar la memoria de aprovechar. Los pueblos se tienen que cuidar de manera vecinal y beneficiarse de ello”, como con la compostera.

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